martes, 18 de marzo de 2014

"La señorita Else" de Arthur Schnitzler

Hace unas semanas me mandaron leer el primer libro en “Tendencias literarias”:“La señorita Else” de Arthur Schnitzler. Este narrador y dramaturgo austríaco escribió este relato en 1924. 
Nada más comenzarlo me llamo bastante la atención la estructura de monólogo interior con diálogos entrecomillados.
Solían ser los grupos que se sentían amenazados los que se refugiaban en la primera persona, el “yo” era un proceso para confesarse, como un procedimiento defensivo. Quizá por eso cuando aumentan las escritoras, escriben en primera personas, y al igual hicieron los judíos en tiempos hostiles o la minoría de escritores homosexuales.
Nos encontramos a finales del siglo XIX principios del XX, en la transición del simbolismo a las vanguardias. El movimiento feminista se empieza a desarrollar, se empieza a extender la idea de la reformulación de las relaciones de género. Else es un objeto de cambio, tratada como mercancía, se convierte en un motor de drama. Por tanto este elemento feminista es un elemento interesante que plantea la novela.
Otro componente a destacar que aparece es el tema de la humillación. Estamos ante una sociedad injusta en la que se humilla a Elsa. A las mujeres se las trataba como niños y como sujetos dependientes que no pueden tomar sus propias decisiones. Esto solo lleva a un único final posible (que ahora no desvelaré por si alguno aún no lo ha leído. Espero que pronto lo hagáis).
Estamos ante un tiempo del relato circular reiterativo, puesto que hay cosas que se nos cuentan varias veces. La trama con progresión lineal que nos va marcando este ritmo narrativo tan característico. Además nos encontramos ante un hecho que dura igual que la trama. El diálogo de la historia dura lo que el diálogo de la trama ya que se trata de un monólogo interior de Elsa que esta teniendo en presente.
La señorita Else como otras obras fue poco leída y poco aceptada en aquella época. Ya que estaba el modelo victoriano, los que leían eran la burguesía. Y esta burguesía prefería mundos coherentes a problemáticos. Tenían tendencia hacia lo real y empieza a aparecer una tensión entre lo que hacen estos escritores y lo que el público desea.
Además estamos ante un estructura simbolista. Se construye la realidad a través de signos, como símbolo de la música o del baile. El vals vienés, como signo del ensimismamiento, las vueltas te hacen perder la relación con el mundo exterior. Y uno acaba con cierta perdida de los contornos y  de los perfiles nítidos.
A mi sinceramente me ha encantado este relato, tanto por su forma de monólogo interior como la trama de este. A pesar de que las circunstancias sean otras, te sientes totalmente identificado con esta joven tan inocente y sincera. No hay límites entre lo que piensa y lo que debería de pensar, lo que hace que sea un discurso plenamente sincero.

1 comentario:

  1. Buscando información sobre el libro me encuentro tu detallado e interligente análisis. Yo descubrí el libro casualmente, sin conocer ni al autor, ni el tema, ni el contexto social. Pero quizás por ello, lo disfruté mucho. A destacar la gran labor de introspección psicológica que realiza el autor poniéndose en el lugar de una mujer.
    Saludos!.

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